Murió Jeanne Moreau, gran dama, femme fatale e imprescindible ícono de la Nueva Ola Francesa, que era frágil como una mariposa y dura como una fiera hambrienta


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Fue la cara de la Nueva Ola Francesa, la Nouvelle vague, en los años 60. Pero no sólo Francoise Truffaut y Louis Malle la dirigieron. Orson Welles, Rainer Werner Fassbinder, Michelangelo Antonioni y Luis Buñuel la eligieron para hacer personajes como ella: impetuosa y pasional

La emblemática actriz francesa Jeanne Moreau, musa de la Nouvelle Vague y protagonista de algunas de las películas más aclamadas por la crítica del siglo XX, murió a los 89 años

Era una femme fatale, aunque algunos no la consideraran hermosa. Su voz ronca parecía surgir de una garganta por la que habían pasado muchas copas de alcohol, buen vino, ninguna ginebra. Fue el rostro de una época.

Apasionada, vengativa, inaccesible o frágil, Jeanne Moreau era capaz de encarnar a cualquier tipo de mujer. De su increíble versatilidad dan fe las más de 120 películas en las que participó esta leyenda del cine francés, que además de fascinar a los mejores realizadores de su tiempo se convirtió en mito erótico de una generación. Tenía 89 años cuando fue hallada muerta en su casa de París.

“Mi belleza deriva de mi curiosidad por la vida”, lo simplificaba ella. “Siempre ha sido mi razón de vivir: no me gusta ir donde ya he puesto el pie. Una vida no es otra cosa que un montón de territorios por descubrir. Y yo me niego a perder el tiempo en lo que ya conozco.” Cuenta la leyenda que a muchos les gustaba compararla con Bette Davis, o al menos decir que les recordaba a la actriz de Hablemos de Eva ( All About Eve / Joseph L. Mankiewicz / EUA 1950 ). “Y como a mí no me gustaba Bette Davis, les decía que cuando muriera, quería que escriban en mi lápida que fui la amante de Jules y  Jim ( Jules et Jim / Francois Truffaut / Francia 1962 )

Jeanne Moreau murió en su hogar en París. Al menos la empleada doméstica encontró su cuerpo sin vida, y fue quien avisó a la policía. Su agente de prensa, que aún lo tenía, pese a que su última película la rodó en 2015, la comedia El Talento de mis amigos ( Le talent de mes amis / Alex Lutz / Francia 2015 ), no como protagonista, sino como “madre de”, no dio mayor información sobre su deceso.

Sus personajes eran, por decirlo de una manera elegante, de naturaleza emocional inestable. Sumamente apasionados. Como ella, que solía tener fuertes amoríos con los realizadores durante el rodaje de sus películas.

Fue la dama del cine francés durante muchas décadas, y la cara de la Nueva Ola Francesa, “cuando los cineastas franceses eran combativos, desde la firma y desde el contenido”.

Nació en la capital francesa el 23 de enero de 1928. Su padre era un restaurantero francés, y su madre, inglesa, bailaba en el Folies Bergère. Comenzó como actriz de teatro,  actividad que no abandonó, aunque al cine le dedicó la mayor parte de su vida y de su arte, ingresando a la Comedia Francesa, Comédie Française, a los veintitantos años.

Su primera película la rodó a los 21 años ( Dernier amour / Jean Stelli / Francia 1949 ). Y la popularidad le llegó temprano con Ascensor para el cadalso ( Ascenseur pour l’échafaud / Francia 1958 ), de Louis Malle. De voz grave y labios carnosos, Moreau deja un legado de personajes inolvidables, como el de la fría y calculadora protagonista de Ascensor para el cadalso. Aquel filme de 1958, con música de Miles Davis, en el que ayuda a su amante a asesinar a su marido supuso su gran despegue como actriz.

Su popularidad se confirmó con Los amantes ( Les amants / Francia 1958 ), del mismo año, 1958, y del mismo realizador. Era una versión moderna de Madame Bovary, donde interpretaba a una esposa aburrida de su vida conyugal que se escapaba con un extraño. En Los amantes encarnó a una mujer frustrada que deja a su marido por un estudiante al que había conocido la tarde de antes. La película contenía una escena que para el momento era terriblemente erótica, al extremo de que el gobierno francés casi la prohíbe. Jeanne ganó por ella un galardón, la Copa Volpi, a la mejor actriz en el Festival de Cine de Venecia.

Malle había descubierto a Moreau en la versión teatral de Una gata sobre el tejado caliente de Tennessee Williams que dirigió Peter Brook. No en vano, esta grácil parisina era ya toda una estrella del teatro francés antes de que comenzara su carrera cinematográfica.

Dos años después, en 1960, obtenía en el Festival de Cine de Cannes, el premio a la mejor interpretación femenina por Moderato cantábile ( Francia – Italia 1960 ), dirigida por Peter Brook, con guión de Marguerite Duras, sobre su propia novela, en la que compartía elenco con Jean-Paul Belmondo. Ella es una mujer rica y aburrida, testigo de un asesinato, que se encuentra con otro testigo y se enamora de él.

Esos premios iban a ser los únicos dos de renombre internacional que cosecharía en su carrera. Algo extraño, si se tiene en cuenta las colaboraciones que realizó con directores de fama internacional.

Moreau necesitaba el cine tanto como el cine la necesitaba a ella.

“Todos los grandes realizadores con los que rodé no han muerto para mí, los tengo en mi corazón”, decía. Y si se recuerda con quiénes colaboró, porque en su caso el verbo trabajar no sería el más indicado, ya que Moreau se comprometía en cada guión mucho antes de comenzar a filmar, vaya que ha tenido un corazón inmenso.

Recordaba Jeanne Moreau lo infelices que fueron todos en el rodaje de La noche ( La notte / Michelangelo Antonioni / Italia – Francia 1961 ). «Descubrí con horror que Antonioni era incapaz de demostrar, y quizá de sentir, la menor emoción. En un inglés no me hubiera importado, pero en aquel italiano tan guapo, tan seductor… Fuimos todos muy desgraciados. La gente ni se dirigía la palabra en el estudio. Los únicos en hablarnos éramos Marcelo Mastroianni y yo».

Joseph Losey filmó a Moreau en Eva ( Francia – Italia 1962 ), su papel más arriesgado hasta entonces. En el filme, encarna a una calculadora mujer que atrapa y humilla a un novelista. “Vivo en las películas en las que actúo. Los papeles me poseen”, afirmó una vez la actriz. Moreau dio vida a mujeres seductoras, melancólicas, independientes, vividoras, frágiles, heridas o pérfidas, pero si una etiqueta la definía, esa era la de femme fatale.

Esta artista fue uno de los íconos femeninos de la década de 1960, llevando osadía y profundidad a una serie de otras maestras cinematográficas, incluyendo La bahía de los Ángeles ( La baie des anges / Jacques Demy / Francia 1963 ).

Jeanne Moreau fue estrella en una época del cine, y del cine francés, en particular, en la que los personajes femeninos no eran meros acompañantes de los masculinos. Al menos en las películas que elegía. En parte por la Nouvelle vague, en parte porque ella misma imponía su presencia, sus protagónicos exigían desde el patio de butacas, una demanda de atención que quizás era muy distinta a la de otras compatriotas, e igualmente estrellas. Pienso en la gelidez de Catherine Deneuve, 14 años más joven, sí, y que tan bien le sentaba en Repulsión ( Repulsion / GB 1965 ) de Roman Polanski, o en la exuberancia de Brigitte Bardot.

Tal vez por eso Orson Welles se sentía tan identificado y rodó con ella El proceso ( Le procès / Francia – RFA – Italia 1962 ) y Campanadas a la medianoche ( Flastaff / Suiza – Francia – España 1965) y salió a vociferarle al mundo que “Jeanne Moreau es la mejor intérprete del mundo”.

En La novia vestía de negro ( La mariée était en noir / Francois Truffaut / Francia – Italia 1968) mató fríamente a cinco hombres por venganza.

Luego de la Nueva Ola Francesa, la dirigieron el mencionado Welles, más Luis Buñuel,  en Diario de una recamarera ( Le journal d’une femme de chambre / Italia – Francia 1964 )donde desplegó todo su erotismo, Tony Richardson, Elia Kazan, Rainer Werner Fassbinder, Bertrand Blier, André Téchiné, Peter Handke, Theo Angelopoulos, Wim Wenders. Hasta aceptó un papelito en Nikita, la cara del peligro ( La Asesina / La femme Nikita / Francia – Italia 1990), de Luc Besson, y fue la narradora de El amante ( L’amant / Francia – GB – Vietnam 1992 )de Jean-Jacques Annaud, tanto en la versión en francés como en inglés.

A lo largo de su extensa carrera, Moreau participó en más de 100 películas, más de 40 trabajos para la televisión, grabó álbumes, recibió un Óscar honorario en 1998 y premios del teatro francés, fue distinguida como Comendadora de las Artes y las Letras, fue la primera mujer elegida para formar parte de la Academia de Bellas Artes del Instituto de Francia. Y es la única actriz que presidió en dos oportunidades el jurado del Festival de Cannes.

En cuanto a su vida privada, en 1949 tuvo un hijo, Jerome, de su primer matrimonio, con el actor, guionista de Farenheit 451 ( Francois Truffaut / GB 1966 ), La noche americana ( La nuit américaine / Francois Truffaut / Francia – Italia 1973 ) y hasta Emmanuelle ( Just Jaeckin / Francia 1974 ) y director Jean-Louis Richard. “Tuve un hijo. No lo quería. Sé que eso escandaliza a muchas mujeres, pero no soy maternal”, dijo en su momento.

Moreau nunca se dejó llevar por los cauces establecidos, ni en lo profesional ni en lo personal.

En los años 70 estuvo brevemente casada con William Friedkin, director de Contacto en Francia (The French Connection / EUA 1971 ) y El exorcista ( The Exorcist / EUA 1973 ), y también tuvo una relación de cinco años con el diseñador de modas Pierre Cardin, que ambos describieron como “verdadero amor”, aunque nunca se casaron.

Pese a sus dos divorcios no dejó de buscar a lo largo de su vida un “amor profundo”.

Pero también tuvo numerosos amantes y sedujo a multitud de hombres. Pero según confesó en una ocasión, siempre se decantó por aquellos que tenían talento. Para ella, lo más importante en la vida era vivirla. Una vez alardeó en una entrevista que quería construir una casa y llenarla con sus hombres favoritos.

Inquieta, y luego de que su carrera cayera un tanto en La década de los ’70, Moreau entendió que ya no le estaban ofreciendo los papeles que más le gustaban, fuese o no por su edad, y no se quedó cruzada de brazos, ni sentada esperando reconocimientos y homenajes tardíos. Se decidió a dirigir: Lumière ( Francia – Italia 1976), La adolescente ( L’adolescente / Francia – RFA 1979 ) y el documental Lillian Gish ( GB 1973 ) y dirigió ópera.

En los 70 fue mucho al psiquiatra a hacer psicoterapia. «Era fascinante. Cuando tuve bastante de Freud, descubrí a Jung, al que prefería» declaró enfática.

En aquellos años los directores no sabían qué hacer con ella. Era un tiempo en el que su carrera,  ella decía no tener una carrera sino una vida, como todo el mundo, no tenía un asidero. «Cumplí 40, 45 y empecé a tener ofertas para interpretar a mujeres frustradas o celosas de sus hijas, o alcohólicas, o deprimidas. Y dije: ‘No, no voy a hacer eso. No voy a proyectar a las mujeres esa imagen de ellas mismas porque vivamos en un mundo de hombres’». Había rechazado el papel de la señora Robinson en El graduado ( The Graduate / Mike Nichols / EUA 1967 ) que recayó en Anne Bancroft y el de la enfermera Ratched en Atrapado sin salida ( One Flew Over the Cuckoo’s Nest / Milos Froman / EUA 1975 ) prsonaje interpretado por Louise Fletcher, por el que ganó el Oscar a Mejor Actríz. 

El director de cine español Pedro Almodovar la recuerda así “En una interesante y divertida entrevista de Marguerite Duras, a propósito de la génesis de Nathalie Granger ( Francia 1972 ), la directora explica que eligió a Jeanne porque era la mujer que mejor recogía las migas de la mesa después de una comida (si vuelven a ver la película, fíjense en la escena junto a Lucía Bosé). Es una declaración bastante cómica, pero para mí fue muy reveladora. Duras quería decir que Jeanne estaba también dotada para llevar a cabo las acciones más simples con absoluta naturalidad y gracia”.

Su larga trayectoria cinematográfica, con siete décadas en activo, trabajo hasta los 87 años, fue  galardonada entre otros con premios honoríficos en los festivales de Cannes, Venecia, Berlín y San Sebastián, da buena cuenta de su talento, pero también de su independencia. “Vivo a mi manera”, decía.

«Para mí el cine nunca ha sido una industria», dijo en una ocasión. «No me importa mi valor» en la taquilla, explicó tras repasar su carrera repleta de películas de autor, alejadas en parte del circuito comercial.

Una vez, Jeanne Moreau tuvo miedo a morir. Se lo contó al aristócrata, actor y escritor español José Luis de Vilallonga. «Más que de morir, de dejar de ser. Entonces telefoneé a México, donde vivía don Luis Buñuel. Pero todo acabó por arreglarse. ¡Imagínate al pobre don Luis con mi cadáver francés entre los brazos!». Buñuel le había contado de ella que siempre buscaba algo que nunca encontraría. «No creo que haya sido nunca feliz. Y es precisamente esa infelicidad endémica lo que cuantifica sus cualidades interiores. Si algún día la Moreau llegar a ser feliz, dejaría de ser lo que es, un ser frágil como una mariposa y dura como una fiera hambrienta».

Ella misma diría años después que la gente está preocupada por la muerte pero que morir es una aventura, igual que nacer. «Estás sola y nadie puede compartir eso contigo». Sola estaba cuando la encontraron muerta en su casa parisina. Morir sola en el departamento del barrio de Faubourg St Honoré es tan elegante como inteligente.

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